Ahora sé que sí la amaba, pasados los años
puedo decir que sí la amé. Claro, como todo en la vida, hubo momentos buenos y
otros quizás no tan buenos, pero eso es lo normal, ¿no es así?, total, amor pueden
ser 5 minutos o 5 años.
Cuando nos conocimos, ella lucía radiante,
tenía un pantalón gris, una blusa que hacía resaltar su figura, bendita figura
divina. Sí, hubo alcohol, era una fiesta en la casa de una amiga, hace mucho
tiempo que no nos veíamos. Me llamó incluso para hacerme saber que ella iría.
No elegí mi mejor ropa, es que toda la que tengo es casi igual. Conduje hasta
el lugar indicado, di tres vueltas a la manzana, estaba en medio de los nervios
y de la cobardía.
-Hola,
tanto tiempo sin vernos.- Una
frase que tiene el efecto de ser parte aguas pero es incierto el lado en el que
te deja. Por un lado puede salir una sonrisa pero por otro puede salir un
reclamo. Igual, lo usé en esa ocasión.
Bebimos, usamos la botella de vodka que
llevaba, las risas iban subiendo y la música movía nuestros pies. Encendí un
cigarro y me aleje, la vista desde la ventana era asombrosa. Una noche llena de
niebla y unos faroles encendidos a los lejos le daban un aspecto lúgubre a la
fiesta, hasta olvidé que estaba en una fiesta.
¿Tienes
fuego?-Claro, te dije que
mientras sacaba el encendedor y hacía salir la llama después del áspero sonido
de la piedra rasguñando el metal. La llama lamió tu cigarro y nos quedamos sin
cruzar palabras. Tu cuerpo se acercó al mío, sentí tu brazo desnudo buscar
calor entre la manga de mi suéter.
Dentro se escuchó que sonó una de mis
canciones favoritas, al ver que nuestro tabaco se había acabado jalé tu
cintura, te acerque más a mi cuerpo aún. Seguiste mi ritmo y ni hubo objeción
alguna, tus caderas eran suculentas, comprobé cuanto te gustaba bailar.
Las copas surtieron efecto, y me atreví. Di
ese paso, el tan esperado por todos, mis voces internas y yo. Fue uno de los
peores besos de mi vida, reseco quizá por el tabaco, sin ritmo quizá por el
alcohol, desabrido por quién sabrá qué. Aun así fue largo, creo que me gusta
sufrir.
Terminó la noche y la terminé en el sofá,
obviamente sin compañía, la borrachera fue mi amiga y mi aliada, me acompañó
toda la velada. Al despertar ya no estabas pero me dejaste una nota escrita
entre garabatos y manchas. “llámame” seguido de tu número de teléfono. Arrugué
el papel y lo dejé en donde lo encontré, encontré mis llaves y caminé hacia el
auto. Al llegar a una de las avenidas anchas de la ciudad detuve al auto y me
bajé, necesitaba aclarar lo que había pasado, no me gustaba quedarme con ideas dando
vueltas en mi cabeza. Alcohol, tabaco, baile, beso. Era la fórmula de siempre
pero esta vez falló, fallé, fallamos. No, no fallamos, nunca llegamos a ser un
nosotros. Así no. Sí, te pregunté tu nombre, me mostré como alguien con modales
pero con mundo recorrido. Vi que sonreías conmigo. Algo no salió como debía
pero no sé lo que fue. Si tan solo pudiera saber el error.
Noche dos de prueba, debo encontrar la
solución. Fiesta, me presento, tomo la bebida, voy al balcón y veo hacia la
calle. Digo algo acerca de la niebla y sales, me pides fuego y viene la
canción, bailamos y cuando me acerco a dar el beso, siento tus labios y están
muy húmedos, tienes la boca muy abierta y es el segundo beso más incómodo que
he sentido.
Debo irme, esto no está bien. ¿Y si yo soy el
problema? Debo alejarme de mí un momento, no puedo seguir conmigo.
Tercera noche pasadas varias semanas de
aislamiento. Llego al bar, salgo a fumar al balcón, me piden fuego y lo doy sin
dudar. Veo unos ojos encantadores pero no me acerco a besarla, seguimos en el
mismo lugar y le pregunto su nombre. Me presento y hablamos de lo poco que nos
conocemos a nosotros mismos, de cómo la suerte interfiere en nuestras vidas y
de las sorpresas que hay cuando se cambia el modus operandi. Al terminar la noche nos despedimos y recibo de
ella un beso en la mejilla, siendo ahora el mejor momento de mi vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario