Del dolor del corazón poco podría
decirte, no es como si fuera la primera vez que me duele pero se siente
diferente.
Siento que mi pecho se contrae,
como queriendo decir algo, como si algo detro de mi se aferrara a mis entrañas,
quizás miedo a salir de nuevo, ¿sabes? Como si l bicho que llevo dentro ya se
acomodó y aún sin saber cómo llegó, allí ya hizo su hogar.
En otras ocasiones, cuando mi
corazón daba señales, yo me llenaba de negaciones y justificaciones que
tontamente sólo retardaban el dolor.
Mis manos tiemblan mientras intento
explicarte esto, miedo o euforia, todavía no lo sé.
Recuerdo un día estaba soleado. Desperté
como a las 8am y revisé mi teléfono celular (como lo hago todas las mañanas) y
vi tus mensajes. Me alegré mucho. Conforme iba leyendo mi cuerpo quería salirse
de sí mismo; mis pies inquietos exigían corroborar lo que mis ojos leían. “Sin ti-Adiós-Supéralo” son cosas que no
se olvidan.
Después de leerlo me quedé un
rato más en la cama. La vista perdida en la gotera del techo. Ana se despertó y
se sorprendió al verme así. Pasa su mano por mi pecho pero no quiero sentirla,
la alejo pero ella insiste y baja la mano a mi entrepierna, conoce muy bien mi
talón de Aquiles y juega un rato con mi cuerpo. Siento cómo se mueve en mi
parte baja y sin mucho esfuerzo termino en su boca. Se vuelve a dormir y
mientras me pongo de pie me limpio con una playera que estaba en el suelo.
Enciendo un cigarro mientras voy
a la cocina, la vista desde la ventana me tranquiliza. A lo lejos hay una línea
de tren y paralelo se escurre una carreta
muy poco usada. Café a sorbos, dolor, cigarros, la punta de los dedos llevando
un ritmo acuoso sobre la mesa. “Sin ti-Adiós-Supéralo”
Regresa el dolor en el corazón o
en el pecho o en el tórax o en la cabeza. Se ha extendido a todo el cuerpo
semidesnudo. Me abrazo y mis manos en mis hombros quieren juntar mis omóplatos.
Hay un desierto y mis dunas duermen casi muertas. Flashbacks de tus besos,
compartiendo un cigarro en la acera, conduciendo sin destino, la cinta en la
casetera. Otro café y mucho ron, el brazo de Ana cuelga fuera de la cama, ronca…no
como tú. Pasa un tren, las ventanas llenas de rostros, ajenos a lo que sucede
en mí. Me masturbo pensando en ti; lloro, rio, vomito. El dolor en el pecho no
se marcha.
Busco mi pantalón y cojo una
camisa, en la puerta del apartamento descubro que no llevo zapatos, regreso a
traerlos y camino. Poca gente hay por las calles, a pesar de ser un día
soleado. Te busco en donde se que no estarás, te llamo sin voz esperando
respuesta tuya. Doblo la esquina y hay un anuncio publicitario. Se ve sólo la
nariz y la boca, hasta el cuello. Me detengo cuando reconozco tu barbilla, es
única, es tuya. Siento escuchar aquella canción y la brisa de tu voz
acariciando mi oído derecho. Pronto, una avalancha metálica parece quebrar mis
rodillas, unas llantas derrapando y gritos.
El dolor del corazón se ha
desvanecido. Me siento flotar y escucho un llanto, es Ana; cierro los ojos. “Sin ti-Adiós-Supéralo”