viernes, 27 de marzo de 2015

Azúcar morena

Camila no pretende detenerse, ya lo ha hecho antes y no soportó el martirio de sus voces interiores recordándoles su misión, una de tantas al final de cuentas.

Se arregla el cabello frente a un auto estacionado, se revisa el maquillaje y se acomoda el bolso cruzado sobre su pecho. Revisa que en los bolsillos lleve su móvil y las monedas para el autobús. “sólo hazlo, sólo hazlo” se repite en cada paso.

-Hola Camila, ¿lo de siempre?, le pregunta José, el compañero de sus cafés matutinos. Le coloca el sobrecito de azúcar morena como a ella siempre le gusta, no siempre lo bebe dulce pero le gusta saber que tiene la opción justo al lado de la taza.

Al sacar su agenda voltea hacia atrás, evalúa el escenario, ha mentalizado tantas veces los supuestos sucesos que cree que ya todo ha ocurrido y que lo de hoy es un recuerdo más, pero hoy es diferente, totalmente diferente.

Se sube el cuello de la chaqueta, respira hondo  y bebe el último sorbo del café. Abre su bolso y saca su arma, dispara a su derecha, hombre caucásico de 45 años, impacto en la sien izquierda, muerto en el instante; disparo al frente, mujer de 47 años, impacto en medio de los ojos, cae su cuerpo frente a su acompañante.

El momento fue el mejor, los demás comensales salían en ese instante, cuando la banda de la escuela pasaba en la calle y los bombos se alinearon a las dos únicas descargas.

José no sabe lo que ha ocurrido, se queda inamovible y ve con angustia y con desilusión a Camila, mientras ella ya ha guardado el arma, la misma que dentro de 20 minutos estará en el fondo del rio.

Noticia de última hora, ataque armado perpetuado en un café del centro; ambos funcionarios públicos que tras una larga carrera en la política se les ha vinculado con la desaparición de 34 menores de edad víctimas de trata de personas. A este acto se le suman otros en donde el modo de operación es el mismo. Quizá nos encontremos en estos momentos ante una ciudadana con aires de justiciera.


…aún no se si deba agradecerle…


lunes, 16 de marzo de 2015

En la noche


La rebanada de felicidad que queda habitando el filo del cuchillo, cuando el tiempo se ha terminado, cuando el reloj ha marcado una hora y debes marcharte.

Coges la ropa del suelo, ajustas los tirantes del sujetador y ves el dinero en la mesa; dinero arrugado y ahora, con sentido. Te acomodas las medias, los zapatos, no miras hacia atrás, es lo de menos.
El frío del viento hace recordar que es el mes de diciembre y las luces en los árboles no te dejan olvidar que es un mes de fiestas y de alegría superfluas. Las familias saliendo a comer juntas, las niñas de las manos de sus padres y los niños saltando cerca de las fuentes. Vitrinas llenas de ofertas y nieve artificial.

-Cariño, llegaré tarde.
-Amor, pero creí…..
-Pero es que me he liado en la oficina y…..
-Bueno, a por ello, te espero.

Hola, y tú…vienes acá muy seguido? Frase ya muy gastada, creo que intentan  ser sutiles. Saben a lo que me dedico y saben a lo que vienen. No hablamos de dinero, esto es diferente. Bebemos, platicamos, no me gusta ir al grano tan rápido.
Unos vodkas y cigarrillos luego y estamos en el hotel a unas cuadras de distancia, le guiño el ojo a J y el sonríe de medio lado.

No quiero saber su nombre, el mío tampoco es importante. Me acomodo en el sofá, espero a que se siente en la cama, que se desnude, que desnude su alma, le veo y me detengo en su pecho, crece conforme respira, ahora ya más calmadamente.
Me acerco y beso su cuello, mis manos en su cintura con la presión suficiente para que se recueste. 

–No cierres los ojos-
Sostenida con sus codos, tiene primera fila para el show. Acaricio sus piernas de los tobillos a sus caderas, afiladas y delicadas, carnosas y tibias. Su vientre está a punto de reventar, su entrepierna es un mar y soy un bucanero iracundo. Vamos, tus playas serán conquistadas y ondearé mi bandera en tu territorio. Veo tus ojos entrecerrarse, pero debes verme, veme bebiendo tu zumo, acariciando tus frutas.
Siento perfectamente cuando tu clítoris cambia de tamaño, clara muestra del juego entre mi lengua y tus tesoros.

-Aún no cierres los ojos-
Sigues en la misma posición y me siento sobre ti, me muevo a mi ritmo y te gusta el oleaje que choca con las rocas. Tu barco está a punto de encallar y sueltas otro alarido, aprietas tus manos a mis caderas, a mis muslos.

Mientras duermes veo tu cabello en la almohada, me acerco a escuchar tu respiración, me gusta el olor de tu piel. Quiero pero….se que no puedo querer, no ahora.
Al despertar ves el café en la mesa y me ves bebiéndolo tranquilamente, la alarma ha sonado y el tiempo llegó a su final, dúchate si gustas pero pronto, debes irte.

Me alquilo para soñar, me presto por instantes y les permito que me sientan de a poco, mi piel es su piel  y mis pensamientos son suyos, de acuerdo a la tarifa.


Salgo y tomo un taxi, voy hacia el lago a las afueras de la ciudad, veo que el sol ha caído totalmente y el parpadeo de la noche navideña abriga muchos hogares, en donde han soñado conmigo en más de una ocasión.