miércoles, 25 de septiembre de 2013

...sinner...

Entonces, cuando pude visualizar el estado en el que estaba ya mis manos estaban secas y la comisura de mi boca presentaba un sabor nuevo. Te ví recostada a mi lado pero tu respiración era muy débil, sabía que sufrias pero no hice nada para aliviar tu dolor. Huí como cobarde y tomé lo primero que ví, un dolar y mis anteojos, me encaminé a la carretera pero ni un auto se asomó por la serpiente de asfalto. Zapatos rotos y ánimo igual. Caminé pensando en el momento en que te ví, entada en la barra tomando un vodka pero te veías triste, desde ya te veías así. Me acerqué y directamente te dije: tenés una sonrisa encantadora. Cuando sonó de fondo Fever, mi cadera comenzó a moverse e invitó a la tuya a hacer nuestra la pista de baile, se nos antojaron nuestros labios prendidos de cada boca, mis manos recorrieron tu cintura divina, sentí tu cuerpo tan cerca del mío y de la pista pasamos a la cama. La ropa desapareció en cuestión de minutos pero me tomé mi tiempo, descubrir esa piel tuya hizo que el tiempo se detuviera y saboreé cada una de las esquinas de tu ser. Hubo un momento en donde dejé de verte con mis ojos y mis dedos vieron lo que no dijiste con palabras. Desaparecimos en las sombras de la noche y tus gemidos hicieron un canto angelical. Tocaron a la puerta repetidas veces pero no quise interrumpir la melodía de nuestras piernas, de nuestros brazos. 
La puerta se abrió de golpe y los ojos rojos denotaban ira, además, el palo en su mano derecha no dejaba lugar a dudas. Intentamos razonar pero fúrico comenzó a gritar, a llorar, su boca se iba de lado como intentando no aceptar lo que acababa de ver. Semi desnudas salimos de la habitación y en tu rostro ví la angustia crónica que traías, ésta no era la primera ocasión en que él te encontraba así. Lo entendí cuando ví la cicatríz en tu espalda. Mientras caminábamos hacia el auto, mis manos se sintieron más grandes, mas filosas y pensando en nada, me giré bruscamente y con su propia arma le propinó un golpe seco en su cráneo. Cayó al suelo y a lo lejos se escuchaba una respiración débil. Me viste con ojos húmedos pero tomé tu mano y nos subimos a su auto. 
Nunca me enteré cuándo fué que recibiste ese golpe pero en tus manos había sangre, tuya.